Mundo nuevo

Inspirado en un poema de Juan Ramón Jiménez

A ver si me muero ya. He vivido bastante, no merece la pena mantenerme atado a este mundo con tubos y cables. En cualquier momento alguien más joven necesitará esta cama. Ellos tienen prioridad, quizás no se la hayan ganado todavía, pero es justo darles un poco más de tiempo. Es ley de vida, los viejos tenemos que morir primero. Me parece justo.

Me pregunto si alguien me daría las gracias por desenchufarme voluntariamente y ceder a un chaval esta máquina que me permite respirar. Lo dudo, sería un sacrificio sin reconocimiento, ni presente ni futuro. Los jóvenes de hoy desconocen la gratitud y huyen de la memoria. Algunos salen cada mañana a correr por la ribera de un río que no saben cómo se llama. Y no les importa, no tienen interés en saberlo. Solo los ancianos procuramos no olvidar los nombres de las cosas, cuando ellos necesitan saber algo lo buscan en internet. La mayoría ni siquiera sabe cuándo se construyó la urbanización en la que viven. Yo sí lo sé, porque estuve allí hace más de treinta años, empujando carretillas de cemento bajo un sol abrasador, cuando aquello era un terreno plagado de malas hierbas habitado por sabandijas y el único rastro de presencia humana era una jeringuilla abandonada por un yonqui. Ninguno dedicará un segundo de su vida a pensar en los obreros que, ladrillo a ladrillo, levantamos el edificio que ellos llaman hogar. Naturalmente, tampoco saben que nosotros construimos este hospital. Igual se piensan que siempre estuvo aquí, que no hubo que pelear en varios frentes para que en esta ciudad hubiera una atención sanitaria digna.

Si nos morimos los viejos quedará un mundo de jóvenes desmemoriados que dan la espalda al pasado. Ellos nunca pensarán en mí, si acaso mi hija, tal vez mis nietos… En cambio, yo estoy preocupado porque un chaval al que no conozco puede necesitar el respirador que estoy utilizando. No estoy siendo justo conmigo mismo. No quiero medallas ni que me recuerden en los libros de historia, pero después de todo lo que he trabajado creo que me merezco, como mínimo, una cama en este hospital que he ayudado a construir con mis propias manos. Quiero dejar libre el espacio que estoy ocupando en la UCI, pero no pienso salir de aquí con los pies por delante.

Debo encontrar otra manera…

—¡Dios mío, ha abierto los ojos! ¡Lo has conseguido, Marcelo, estás despierto! Rápido, avisad al doctor ahora mismo. Yo voy a llamar a su hija para decirle que su padre ha vencido.