El corazón y el camino

El corazón herido y el camino agrietado pueden ser pisoteados reiteradamente y, a pesar del dolor, seguir conduciéndonos a alguna parte. Una acera no se detiene a lamentarse por las cicatrices en sus baldosas y las huellas que dejan marca en el músculo cuando está demasiado fresco se borran al mudar de piel. En las calles y en las almas hay tormentas que calan hasta los huesos, pero hasta el temporal más pertinaz sucumbe ante un pavimento consistente y un espíritu inquebrantable. A lo largo del recorrido son frecuentes los tropiezos y no es extraño equivocarse de rumbo, ya que no hay brújula que pierda más el norte que una que funciona con latidos. La senda es una compañera fiel que te aguarda cuando te desorientas y cada vez que se te acelera el pulso y paras para recuperar el resuello. El corazón herido y el camino agrietado echan sus magulladuras en la mochila y, a pesar del peso, no dejan de viajar hasta que llegan al mar. 

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